Juan José Alcolea Jiménez hunde sus raíces originarias en las españolas tierras de Extremadura y La Mancha por igual. Ya desde la infancia estuvo en contacto con la poesía gracias a la labor educativa de sus padres, pero, salvo los iniciales poemas amorosos a la que luego sería su esposa, hasta ya cumplidos los cuarenta años, no comienza una verdadera labor intencionada de creación poética.

Es, por tanto, un poeta tardío, y, quizás por esa razón, la búsqueda del tiempo perdido, la trascendencia, la introspección en el yo profundo y la muerte, son temas que como una persistente hiedra se abrazan a muchos de esos poemas donde el intimismo es siempre una constante.

El ritmo y la musicalidad son elementos formales casi siempre buscados, sin negarse, aunque más parcamente, a utilizar el verso libre de ataduras y el versículo.

Su actividad está ligada además de a su personal encuentro con la palabra, a la divulgación y apoyo de nuevos poetas, revistas literarias y asociaciones como en la que milita personalmente: Verbo Azul, en donde, junto con otro grupo de escritores, trata de revitalizar la literatura en la ciudad en que habita, Alcorcón (Madrid), con actividades tales como la revista “La hoja azul en blanco”, el “Aula itinerante de poesía” que trata de acercar la poesía a todos los ámbitos, charlas-coloquio, recitales, presentaciones, etc.

Colabora en revistas como:

•  Revista de creación literaria “PAN DE TRIGO”, La Solana.

•  Revista de creación literaria MANXA, Ciudad Real, (Grupo Literario Guadiana)

•  Revista de creación literaria “CALICANTO”, Manzanares.

•  Revista de creación literaria “La Hoja azul en blanco”, Alcorcón

Y entre sus poemarios publicados:

•  “Dejadme mi libertad”, Premio Hermanos Argensola 1998

•  “Donde el aire”, Antología PROEMIO TRES, Loja 2002

•  “Sin más demora”, Premio Luys Santamaría, 2004, Ediciones Vitrubio

•  “Pues fui de llama amor… estas cenizas”, Bujalance 2005

•  “La vertical del signo”, XXII Premio “La Bufanda” Coslada, 2005

“Cerco de Sombras”, Verbo Azul 2005

 

I
De nuevo a estos umbrales regresado,
donde tuvo raíz tanto poema,
donde el tiempo creció tanto sarmiento
y la lluvia caló tanto en la siembra.
Aquí donde la luz se hace más pura
y la noche se asoma a más estrellas,
donde vierte la duda más silencios
y el ruido de las horas más resuena.
Aquí de nuevo abierto a este paisaje,
a su negra retícula de verjas,
a su cerco pausado de arrïates
y al paciente trenzado de su hïedra.
Aquí donde la ausencia es el camino
de nombres ya perdidos, donde puebla
recuerdo en los murmullos más callados
y llanto en las heridas más abiertas.
Están aquí pacientes y esperando
las cosas acabadamente quietas,
veladas por un tacto de penumbra,
ceñidas por un poso de tristeza.
La pluma de mi padre duerme un sueño
de muchos años ya sobre la mesa,
testigo de otros versos y otros labios
de musgo ya ajenados y de tierra.
Los ojos de mi madre van despacio
siguiendo el paso errante de mi huella
y adumbran su sonrisa desde un cuadro
que al fondo del salón su imagen vela.
Me siento en una silla del despacho,
la misma exactamente en que tejiera
con manos inexpertas los copiados
con tinta Pelikán y en letra inglesa.
Aquí donde ignoré tantas lecciones
y, a hurtadas, estudié tantas novelas,
aquí donde yo, apenas, sin saberlo,
un día me inicié como poeta.

II
La voz del que regresa desde el tiempo
al ámbito inicial del que partiera
se allega en los veneros más sombría,
se alumbra en manantiales más somera.
La voz del que regresa activa enveros
ajadamente yertos por la espera
y en íntimas cañadas se reanuda.
y en vados sosegados se contempla.
Desnudamente así, desde este limes
del llanto en que se oyó por vez primera
se vuelve a resurgir y en sacramento
de hondísimo Jordán se regenera.
Volver como hasta el lago viene el ave
del agua en que al nacer su espejo fuera,
volver como al pozal vuelve la luna
y, en plena soledad, sin las estrellas,
en cópula insondable de angostura
socava la honda sima de la tierra.
Volver para aquietar la sed del viento
convulsamente errática y viajera;
volver para reabrir los argumentos
de cimbras que olvidé de ajadas puertas;
Volver para buscar, pecio en el tiempo,
testigos del que fui para el que fuera,
volver para al abrigo del recuerdo
poderme reanudar
en un poema.

Juan José Alcolea Jiménez©

 


("FLOR NATURAL CERTAMEN “AMANTES DE TERUEL 1999”)

EL PAISAJE ES UN MAR DESNUDO DE SILENCIO
en el crepúsculo de la tarde
Todo es un basto horizonte con límites de ocaso
mientras el corazón, golpe a golpe,
va quitando latidos al acantilado de la vida.
No es bueno sembrar tristezas cuando la luz se ahoga
en un fuego de penumbras
No es bueno, pero es inevitable.
Bello es el declinar del astro en fulgurante pausa
pero es otro eslabón más cedido a la congoja del olvido
Yo sé,
tú también lo sabes, aunque no quieras habitar esta pena mía,
que el atardecer es un ensayo del adiós roto del tiempo,
de la marcha nupcial de la forzada ausencia.
Yo sé que tú lo sabes,
por eso oprimo con fuerza tu mano
cuando el sol ciega su hechura en el ocaso.
Tu mano,
aquella que dibujaba el perfil de mi figura
con desmayada ingravidez de sueño,
con ternura de adecuación perfecta,
ahora,
ante esta presunción de cierzo en las riberas de lo inmenso
se aferra a mi silencio fuertemente y deja,
entre mis dedos,
un callado gemido de lacerado ensueño.
Si,
es triste el atardecer cuando el oleaje de la vida
descansa ya tersuras transparentes, cuando la mirada,
perdida su avidez insomne de paisajes,
es ya cristal absorto en la pasada entrega,
en el recuerdo de ausencias innombrables.
Pero no temas, sigue aquí, ebrio de abrazos mi tronco de tu huella,
hiedra que aligeras mi ascenso hasta los cielos más profundos,
hasta los abismos más claros de la dicha,
aquí, en esta pausa de memoria navegando el tiempo,
ahuyentando soledades en espuma de labios entreabiertos,
en estertores de gozo por la apretada piel de los regazos.
No podemos abandonar ahora,
cuando las impaciencias se conjugan
en una mansedumbre de quietudes,
esquilas ya en los toros que bramaban ruedo,
las manos enlazadas como antaño,
pero un cristal la luna ya por las acequias
que ayer fueran fragor de roncas persistencias.
Iremos juntos al forzado destierro de la muerte
¡pero espere la muerte con paciencia!
no desate silencios ya en el campo de las cruces
pues está aún el tiempo ahíto de esperanzas,
de pies hollando despacio las arenas.
¡Qué espere la muerte con paciencia!
aún los besos, como mariposas enlazadas,
vuelan territorios de amor y de penumbra,
aún la lluvia conjura temblores de gemido
en las dormidas praderas del pausado encuentro.
Ya sé que es época de adioses,
de agitar pañuelos bordando inacabadas despedidas,
pero, también, el aldabón de la doblada puerta
está gestando entradas en música de enveros,
en marzos de aleteante sembradura por lo que antaño hicimos,
conjunción de extenuación en grito,
e pulsación en levadura mágica de vida.
Mira,
ya está la noche rota de cielo
y nos miran,
t i t i l a n d o ,
un enjambre de luceros encrespados.

JUAN JOSÉ ALCOLEA JIMÉNEZ.
©


SEGUNDO PREMIO V CERTAMEN NACIONAL DE POESÍA
“GUADIANA”
CIUDAD REAL, 2004

LEMA: JARDÍN DEL AIRE

MIRADA
I
Miró cómo la acacia
dejaba por el aire
en lágrimas sus crenchas amarillas.
Miró en los arriates que el sol no visitaba
el suelo ya de musgo empedrecido.
Miró los altos chopos,
sus mágicas veredas verticales,
las blancas acuarelas que levantan
sus manos abocadas a la altura.
Miró en ajado álbum
las fotos deslucidas por el tiempo,
la voz de unas ausencias que gritaban
calladamente el nombre de su nombre.
Miró, por mil pretéritas mansiones,
umbrosas y desiertas galerías
trazadas en la piel de su memoria.
Miró por los espejos que allegaban
estratos de su imagen por mil días,
por mil
gastadas noches y su tedio.

II
Miró y era el invierno.
Madrugaban
escarchas por la cal de los cimientos,
rosales de ceniza por las venas,
texturas de cinabrio entre los dedos.
Miró crecer la luz por las barandas
aupadas donde habita el caz del viento.
Miró por los sigilos inaudibles,
por voces que almonedan el silencio,
miró las siemprevivas mortecinas,
los secos manaderos de su pecho,
miró por las preguntas ya imposibles,
por labios desahuciados de sus besos.
Miró
y miró
y miró.
Se la llevaban
y el aire le cerró...
los ojos yertos.

Autor: Juan José Alcolea Jiménez
©


Del libro:LA VERTICAL DEL SIGNO

XXII Premio de Poesía "LA BUFANDA"  Coslada, 2005


Este es el llano, sí, esta es la tierra
oculta en la promesa desde siempre.
Lugar en que habitar con sangre urgente
distancias de ilusión a tumba abierta.
Extraña dimensión donde despierta
el alma en este sueño y a este lado,
aquí, donde existir es el pecado
que lleva en su constancia la condena.
Soñar vivir, soñarse en la cadena
de ser-no ser en terca despedida
queriendo liberarnos de esa herida
sangrando la esperanza que nos llena.
Con lluvia de pasión que, mansamente,
renueve con su espuma esta quimera,
el ronco corazón de amor anhela
seguir aquí de afán eternamente.
¡Qué densa oscuridad de luz tan viva
nos lleva en su rodar ajenamente.!
¡Qué absurdo levantar con tanta vida
un lecho de quietud... con tanta muerte!
En este llano, sí, a un dios ausente
le damos la razón de ser si fuera;
en este llano, sí, cansadamente,
mi voz sueña otra voz.... a su manera.
Autor: Juan José Alcolea Jiménez
©

ADIVINANZA
Por tus calendarios voy
como llama o como hielo
sin bien saber lo que soy.

Me tienes y yo te tengo
y del ayer hasta el hoy
por tus calendarios vengo
a la muerte en que me voy.

VELEIDAD
Me vienes y te vas,
tu rastro por mi cieno
mi rostro por tu altar.
Me vienes y te vas...

Mis límites más ciertos
invades y, al pasar,
hambre y dolor de tu verbo.

Y sin embargo te vas...

PARTIDA

Cada día su propio desconcierto,
su propia dimensión establecida,
tablero de ajedrez con la partida
propuesta del futuro en que me inserto.

Tan sólo del final el jaque cierto
y, mientras, despiezándome la vida
jornada tras jornada, trampa urdida
al mar de la esperanza en que me vierto.

Cada día los cuadros del tablero
con ciega exactitud, calladamente,
me ofrecen la distancia en la que muero.

Cada día, latiendo más urgente,
mi ronco corazón, por compañero,
arriesga otra jugada indiferente.

II

INTROSPECCIÓN SENSITIVA

MAYO
Luz por el aire trepando,
por la luz aire creciendo,
aire.
Por los caminos del aire
y de la luz y del tiempo
voy, no sé a donde, llegando,
no sé a donde, convergiendo.
Y así mi huella, sin darse,
perfil de pie sobre el suelo,
por la luz y por el aire,
por la mirada y el tiempo.
Aire de luz...luz del aire...
catequizando en mi sueño.

LEVÁNTATE
Levántate, luz, desnuda,
dale tu ropa talar
al viento y tiende en el suelo,
virgen, tu virginidad.
Que el sol, cual falo del cielo
de talla descomunal,
rompa de tu vientre el velo,
y, por el roto cristal,
ya , luz mujer, ya bebiendo
de amor, luz, tu libertad.
Levántate, luz, desnuda,
que el sol te quiere preñar.

LA TARDE
Algodón de luz la tarde,
el mar cansado ¿Y el viento...?
El viento buscando niñas
para besarles los senos.
Algodón de luz la tarde
por el paisaje. En el suelo
dejan y borran las olas
en largas blondas sus versos.
Algodón de luz la tarde...
ocasos bebiendo el cielo.

PERFIL
Tacto del sol
sobre el jardín marchito,
el verde habita terco en el ropaje
de hiedra que hacia el norte se derrama
en fuga siempre abierta de paisajes.
Tacto del sol sobre el jardín marchito,
fronteras del invierno ya en el aire,
jinetes del silencio se derrumban
de sueño,
de nostalgia…
y de viaje.
Tacto del sol mientras perfila el viento
de gris
las
llamaradas
de
los árboles.

ERA JULIO
Velaba el horizonte el agua
con tacto inaugural en su armonía,
la luz nimbaba el aire
de un halo enceguecido de misterio
el tiempo,
desnudos ya sus límites de angustia,
guardaba en contraluces la sed de su silencio
y, en el alma,
cercada de un audible silencio de amapolas,
posaba la caricia de un hálito del viento.
Llovía mansamente y era Julio
clausura en el altar de un Dios secreto.

III
SUEÑO AMOTINADO

PAISAJE
El mar dibuja lindes que rayan los paisajes absolutos,
linealidad perfecta en su confrontación de abismos.
Nada me impide viajar al interior del horizonte,
imaginar historias ajenas al olvido,
codificar incendios de exactitud perfecta
ni calcular binomios discordes al latido.
Pero de nada servirá,
volverá de nuevo el turno irremediable de los días,
su música de ocasos irredentos,
la imposible comunicación perfecta,
el ruido inexpugnable del asfalto,
el cotidiano golpe de las horas...
El mar encierra un hueco
cercano a los paisajes absolutos
pero la tierra es borde
del sueño amotinado de los muertos.

LA VERTICAL DEL SIGNO
I
Cual densa magnitud de ceño opaco
está la vertical del signo esta mañana,
cual un terco abatir de la paloma,
cual un invierno sucio que empezara.
El corazón de mi animal se pone triste a veces,
a veces lleva tranco esquivo en su manada,
a veces es horma el latido que acontece
y un silencio sin nombre le amordaza ,
a veces, sin saber, no tiene norte
la estrella que en la muerte nos alcanza. .

II
El desconcierto teje hilvanes en mi tiempo;
las palabras duermen silencios imposibles
y un vacío ocupa el desván de mi memoria.
La “nada” tiene latitud y peso,
habita dimensión y arquitectura,
cubica antropomórficos decesos y es difícil
resucitar poemas desde el tedio.
Tendré que desnudar letárgicas opciones,
desarbolar velámenes al cierzo,
organizar adentramientos en la sangre
e inocular mis venas de misterio.
Tendré que desahuciar mi tumba,
resucitar mi languidez de invierno
y en el alud que habita la ilusión del tiempo
buscarle al verso su acequia de palabras..
Muchas cosas, para este dos que vivo de Febrero.

PULSIÓN
Labio insistente del mar
que en el talud de la arena
dejas un beso y te vas.
Débil huella que se queda
en su destino a esperar
el labio que la condena. .
Vaivén que viene y se va
y marchándose regresa
para volverse a extrañar.
Y así por la eternidad
tú, ronco son, y en la arena...
en la arena hambre de sal.

NOCHE

La noche planta jardines
de oscuridad. Cementerio.
Las muertas niñas deshojan
-¿qué sí?...¿qué no?- crisantemos.
La luna afila despacio
su redondez con el sueño,
mientras recorta a las niñas
trenzas - ¿No?...¡Sí! - del tiempo.

DÉJAME!
¡Deja de mirarme, luna!
¡Déjame! Quiero esta noche
borrar de cielos mi angustia
y de preguntas mi nombre.

¡Deja de mirarme, luna!
Qué tu muda luz no borde
con su vainica de albura
la oscuridad que me esconde.

¡Deja de mirarme, luna!
Ya la mañana inconforme
irrumpirá en mi estatura
por mil ranuras sus voces.

¡Deja de mirarme luna.!

OCTUBRE
El viento se vuelve loco
de maldecir el paisaje,
lunas pálidas ensucian
de grises los estandartes
mientras la sombra se avena
por los carriles del aire..
-¿Octubre?
-Octubre.
Levanta el Norte banderas
por los cantiles. La tarde,
sobre los hombros, se ha puesto
de nubes leve un echarpe.
-¿Y la mañana?
-Desnuda,
buscando que un sol la tape.
(Peces de Octubre me crecen
por remansos de la sangre)

VIENTO DE OTOÑO
Están las almazaras allegando
el néctar más amargo de los frutos
y el tiempo se hace gris por las aceñas
que abrazan lenta piedra en su moltura.
Llovió mucha ceniza en primavera
y estaban los olivos casi exhaustos
de hollar dolor y miedo en sus raíces;
que fue el verano gozo sólo instantes
y el tiempo de la luz breve cosecha
que al cardo derrotó por la cintura
y puso apenas viento en sus vilanos.
Otoño nace viejo, como entonces,
herrumbre ya de herrumbre por las cepas
y están las almazaras allegando
al dulce vaso alumbre en su mixtura.
Y allí,
donde abrevaron las abejas
el húmido temblor del amaranto,
la adelfa está arraigando su gemido.

DICIEMBRE
Llegó Diciembre,
con su desnudo cántico de nieve,
con su inaudito blanco de paisajes,
con las desiertas ramas de los chopos
por las heridas cóncavas del aire.
Llegó de plata y gris y de pavesas
los cielos recortando de la tarde,
con su bruma de luz indiferente
y su anhelo de huidas por la sangre.
No me gusta Diciembre, en su camino
me ha dejado silencios imborrables,
ha engastando de sombra las secuencias
de un hermano menor y de mi madre.
No me gusta Diciembre es un augurio
del desplome final... del almanaque
de los campos barridos por el cierzo,
del callado derribo de la sangre.
No me gusta diciembre y me da miedo
su vestido de muerte en el paisaje.

CALENDARIOS

Me está llamando la muerte para que duerma en el lecho
que tiene de telarañas en sus alcobas de invierno.
¡Y yo no quiero!
Si palabras, sin lenguaje, sin música y sin aliento
está la muerte doblando por mí campanas de cierzo.
¡Y yo no quiero!
Los caimanes y pirañas de sus cenagales yertos
en sus bocas desdentadas me están buscando.
¡Y no quiero!
¡Maldita muerte, maldito gusano insomne del tiempo!
¡Malditos los lampadarios sin luz de tus cementerios!
¡Que yo no quiero!
¡Y malditos esos labios que van buscando mis besos
con mordazas de sudario por calendarios perpetuos!
¡Qué no, muerte, qué no quiero!

NO ME DEJÉIS

¡No me dejéis, que no quede soledad cuando me vaya!
Llevadme hasta campo abierto de luz, de viento y distancia

¡No me dejéis de silencio ni me dejéis de palabra!
De muerte, mas no de olvido dejadme quieto en el alba.

¡No me dejéis por la noche! ¡Dejadme por la mañana!
Cuando se aquiete el rocío en coral blanco de escarcha.

¡No me dejéis, que no quiero, pozal sin luna, ser nada!


CÁLLATE TRISTEZA...

Tristeza, cállate, calla,
que la tarde está dormida
bajo el envés de la parra.

No ves, tristeza, que el aire
de tanto vaivén la cansa.
Cállate, tristeza, cállate.

Ya cuando el ocaso traiga
terraplenes de silencio
la enturbiarás de nostalgia.

Cállate, tristeza, cállate...

Juan José Alcolea
©

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